domingo, agosto 19

Lc 12,49-53 Ven, Espíritu Santo

El Evangelio de este domingo comienza con una declaración de Jesús sobre la finalidad de su venida a esta tierra: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra». Así define su misión. El Padre Pepe nos dice que resulta mas fácil hablar de un Jesús de la paz. En cambio es más difícil explicar al Jesús que da vuelta las mesas de los mercaderes, que finalmente dice que ojalá ya estuviera ardiendo «¡Cuánto desearía que ya estuviera encendido!». Pero, ¿qué es ese fuego? ¿Qué es lo que Jesús llama de esa manera?
Al igual que el profeta Jeremías, en la primera lectura, es un profeta que incomoda. La paz que ofrece Jesús es una distinta a la que ofrece el mundo. En el mundo de hoy, ser cristianos no significa ser serviles con las autoridades, ni tampoco la paz que se encuentra en la droga o en otras partes. Es una paz que será signo de elevación para algunos y signo de caída para otros. El seguir el mensaje del Señor, en ocasiones trae problemas, significa divisiones, hablar de la verdad que nuestras conciencias nos dictan. Cuesta seguir a Cristo, nos dice el padre Pepe, quien en su predica nos recuerda la respuesta de un obispo brasilero con quien compartió, y a quien le preguntaban alguna vez que era lo mas difícil que le había tocado en su lucha por la defensa de los pueblos indígenas y los derechos humanos en su país. Y la respuesta del sacerdote fue, YO MISMO, lo mas difícil ha sido la lucha conmigo mismo. Tendemos siempre a mirar para el lado, mirar para fuera y echarle la culpa a los demás.
El Señor nos desafía a cada uno con esa lucha con uno mismo, tal vez las luchas mas complejas que debemos librar. San Pablo, nos recuerda el Padre epe, decía "queriendo hacer el bien, termino haciendo el mal".
Finalmente, le pedimos a este Señor que en ocasiones nos desconcierta, que frenta a la duda que a veces enfrentamos, sea la fuerza de nuestra fe la que aflore, y nos de la confianza plena de su paz.