domingo, septiembre 9

Yo sigo a mi Señor

Al mediodía, como todos los domingos, nos reunimos a celebara la eucaristía, esta vez celebrada por el padre Agustín Tapia. Esta vez, la lectura del evangelio de Lucas, describe al Señor que va de viaje. La lectura comienza diciéndonos que junto a Jesús iba un gran gentío. El evangelista, explica el padre Tapia, nos quiere decir que la vida de todo cristiano es un verdadero peregrinar. Jesús iba peregrinando, y conocía que en ese peregrinar encontraría su cruz. Son muchos los que siguen a Jesús, que son atraídos por su sabiduría. Jesús se da vuelta hacia los discípulos y les dice que para seguirlo deben cumplir con algunas condiciones. Primero deben amarlo mas que a todas las cosas. No es que quiera Jesús que dejen de amar a sus padre o a sus hijos, sino que lo deben amar mas. Tienen que apartar las cosas que lo partan de Él. Dejar nuestra prepotencia, nuestra intoleracia, nuestro egoísmo. Si no lo dejamos, no podremos ser discípulos verdaderos.
Lo que nos pide el Señor es que nos amemos, y que en nuestra libertad optemos por seguirlo.En este seguimiento, en este peregrinar, hay cruces, y cada cual debe cargar la suya. Debemos dejar fuera el mal, porque recordaba el padre Tapia de Jean Paul Sartre, quien decía que lo peor del mal es que al final terminamos aceptándolo. El mal no se interesa por entrar donde hay mal, sino que donde hay bien, y nuestra protección es seguir a Jesús y amarnos los unos a los otros.